Mitos y verdades sobre el regateo en Marruecos

Uno de los aspectos culturales que más llama la atención a cualquier turista es la costumbre del regateo en Marruecos: en muchos países no islámicos, esta práctica ha caído en desuso y se considera una falta de respeto. Pero en este país, la situación es distinta. Sin embargo, todo tiene sus límites, como es lógico. Así que para ayudarte en esta práctica y aprovechar mejor tus dirhams, aquí te contamos algunos mitos y verdades sobre ello.

“Todos los precios son negociables”: mito

El regateo no se pone en práctica en todos los ámbitos de la vida cotidiana. De forma general, sí se admite el regateo en locales orientados a turistas, como los de los zocos de las medinas y en tiendas tradicionales, así como en taxis. En ninguno de esos casos, se anuncia el precio de manera visible. En cambio, en establecimientos como supermercados y otros lugares donde el precio ya aparece anunciado, se entiende que no hay negociación posible.

“Si no se regatea, el comerciante se ofende”: mito, en parte

Los comerciantes de artesanía de las medinas dan por descontado que habrá un regateo con el cliente. Pero si logran vender su producto por el primer precio ofrecido, no tienen por qué ofenderse. Puede que en su fuero interno estén disgustados por pensar que quizás podrían haber pedido un precio más alto, pero no por ello van a mostrarse hostiles. Sí ocurrirá de esa manera si la aceptación de ese primer precio denota soberbia y arrogancia por parte del cliente: en ese caso, sí podrá entenderse como una ofensa o falta de respeto.

“Regatear abusivamente es una falta de respeto”: verdad

Si nos vamos al extremo contrario, hay que admitir que también hay límites que no se pueden sobrepasar. Ofrecer una cifra irrisoria por un producto o querer obtener un descuento excesivo en servicios donde su bajo coste apenas deja margen de maniobra al comerciante, puede herir la sensibilidad de quien te atiende, así que mejor no intentarlo. Además, otra falta de respeto es regatear por regatear, sin estar interesado realmente en el producto: habrás hecho perder el tiempo al comerciante que, además, se sentirá insultado y menospreciado.

“El cliente pone el precio”: mito, y error

Cuando te acercas a un puesto de artesanía de la medina y haces la primera pregunta por el precio, puede que el comerciante te responda: “¿cuánto ofreces?”. Es una treta inteligente para iniciar la negociación: si el cliente da una cifra que, por ignorancia, es mucho mayor de lo que el comerciante esperaba, la situación será redonda para él y tú acabarás pagando más de lo que te habría correspondido. Por ello, conviene no caer en la trampa y volver a poner la pelota en el tejado del comerciante para que sea él quien ponga el precio de salida de la negociación.

“Existe una regla estipulada sobre la contraoferta”: mito

Por lo que respecta a la negociación en sí, resulta difícil establecer cuál debe ser la contraoferta a realizar después de que el comerciante diga el primer precio. Y resulta difícil por una sencilla razón: te hará una oferta siguiendo su propia intuición, según las circunstancias que detecte en ese momento (tu poder adquisitivo, tu nivel de interés, tu tiempo disponible para cerrar el trato…). De manera muy general, se suele decir que se ha de realizar una contraoferta de un tercio de lo solicitado, algo que puede ser lo adecuado unas veces pero no tanto en otras. Lo ideal es, lógicamente, estar bien informado sobre el valor real del producto en cuestión, ya sea por comparativas en otros comercios o por experiencias anteriores (propias o de conocidos).

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