5 monumentos de Marruecos a los que deberías entrar sí o sí

Una de las características de la arquitectura de Marruecos y del mundo musulmán en general es que su interior suele ser más rico que su exterior. Probablemente debido al celo por la privacidad y al poco afán de ostentación de la cultura islámica, la entrada a un edificio suele ser una grata sorpresa para el visitante. En los 5 monumentos de Marruecos que aquí te presentamos, esto es especialmente evidente. Si realmente quieres admirar su belleza, ¡no dejes de entrar!

Tumbas Saadíes, en Marrakech

La dinastía saadì (siglos XVI y XVII) fue una de las que mayor esplendor dio a Marrakech, pues la eligió como capital para gobernar el reino. Y, por tanto, su panteón lo refleja a la perfección. Las Tumbas Saadíes se ubican junto a la mezquita de la kasbah y constan de dos pabellones. El más imponente, sin duda, es el dedicado al sultán Ahmad al-Mansur y su familia más cercana, en una gran sala columnada con mármol de Carrara. Las paredes, recubiertas de azulejos, suponen un maridaje artístico perfecto.

Madrasa Attarine, en Fez

Fez es la capital cultural y religiosa del país. Y aunque no se pueden visitar sus mezquitas, sí es posible acceder a las madrasas o medersas (escuelas coránicas), lo que nos permite entender la espiritualidad de esta sociedad. Cuenta con varias, pero quizás la de Attarine es la mejor conservada. Su elegante patio decorado con mosaicos y caligrafía árabe o la espectacular techumbre en madera de cedro son espacios que no dejan indiferente a nadie.

Mausoleo de Mohammed V, en Rabat

De nuevo, un mausoleo visitable. Y aunque este dedicado a los últimos reyes alauitas es más reciente y alberga menos tumbas que las saadíes, este monumento de Rabat bien merece una visita. Su arquitectura exterior, de estilo neohispanomusulmán, es elegante y refinado, con revestimiento de mármol italiano y tejas verdes. Pero su interior sobrecoge porque a los habituales azulejos y techumbre de madera de cedro, se añade una capa dorada en oro y elementos en un exótico material: ónix blanco paquistaní. Además, el efecto visual es imponente, pues el espacio principal en el que descansa el rey Mohammed V (artífice de la independencia del país) sólo puede contemplarse desde un mirador elevado.

Kasbah de Taourirt, en Ouarzazate

Este edificio típicamente bereber es digno de admirar desde su exterior, por su humilde pero monumental arquitectura en adobe con detalles decorativos en claroscuro. Pero si tienes la oportunidad de entrar a esta kasbah, completarás la experiencia. Buena parte de su decoración original se ha perdido, pero lo que queda sirve para entender la opulencia y refinamiento que quiso alcanzar Thami el Glaoui, Pachá de Marrakech y Sultán del Atlas, propietario del recinto, que era palacio y fortaleza defensiva al mismo tiempo. La minuciosidad de los relieves en yeso se mimetizan con las laboriosas artesanías en madera del techo y las ventanas.

Mezquita de Hassan II, en Casablanca

De estos 5 monumentos, este es quizás el de mayor impacto exterior, sobre todo por las grandes dimensiones: su edificio central es de 20.000 m2 y su minarete ronda los 200 metros y es uno de los más altos del mundo. Pero su interior, como en los otros cuatro casos, supera en refinamiento y belleza su exterior, donde sus numerosos artesanos trabajaron los materiales típicos de la cultura marroquí: madera y estuco tallados y azulejos (zellige). También hay detalles de mosaicos y fuentes de mármol en el patio de abluciones. Además, impactan por su valor los candelabros con cristal de Murano (Venecia) en su sala de oraciones. Sin duda, un monumento a visitar en su interior pues es prácticamente la única mezquita a la que pueden acceder los no musulmanes.

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